Un mundo que lucha, denodadamente, por impedir la tristeza está abocado a un estrepitoso fracaso. Un mundo «happy», centrado en una búsqueda continua de una alegría trivial, nos conduce a una grave y tóxica epidemia de estulticia.
El deseo y la búsqueda de una reparación es consustancial al hecho de haber vivido una agresión por parte de otro ser humano. La idea de vengarse del victimario es parte de esa compensación
La mayor parte de los vínculos de alta potencia emocional con otras personas terminan a lo largo de nuestras vidas. Son porcentualmente escasas las relaciones que se mantienen activas a lo largo de los años;
Las inseguridades y las dudas son consustanciales a la esencia humana. En esta sociedad de culto a las actitudes infantiles y simplistas, cada día que pasa estamos menos preparados
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