Suicidio; el terapeuta como allegado.
En un tema tan insondable y tan complejamente imbricado en la vida de cada ser humano como es el suicidio, únicamente existe un camino de conocimiento para los terapeutas: la interrogación continua
En un tema tan insondable y tan complejamente imbricado en la vida de cada ser humano como es el suicidio, únicamente existe un camino de conocimiento para los terapeutas: la interrogación continua
Suicidio o accidente difícilmente explicable; afrontar este cuestionamiento o no hacerlo se transforma en una compleja disyuntiva para un amplio grupo de personas que tienen que enfrentarse a esta situación. Un suicido siempre es un cuestionamiento para el que queda vivo.
La conceptualización del duelo como una cuestión a superar desvirtúa lo que éste es: un proceso de dolor en el que, tras una pérdida significativa, se añaden sentimientos, y sensaciones a la vida. Un duelo nunca se supera, en el sentido de un acontecimiento que acabó y que ya no tiene influencia en uno; un duelo se siente, se soporta, se sufre.
El suicidio de una persona, con la que se tiene un importante y significativo lazo afectivo, coloca a quien lo vive en una posición en la que tendrá que integrar una gran cantidad de sentimientos y vivencias afectivas. El impacto que un suicidio tiene va a venir determinado por tres ejes esenciales: en primer lugar, la estructura personal de quien lo vive
Repararse es poder volver a unir y organizar los diversos aspectos de la personalidad que, como consecuencia de los hechos traumáticos, quedaron disgregados; vencer el miedo a las múltiples emociones relacionadas de forma directa o indirecta con ellos. Poder volver a sentir, en algunos casos será una experiencia novedosa, la propia vida como una totalidad