Vivimos una época en la que las mentiras sociales, culturales, relacionales y personales conforman el devenir cotidiano. El mantenimiento sostenido de la misma en el tiempo, así como la absoluta impunidad y tranquilidad con la que se ejerce la mentira, conduce a pensar que es ya una cuestión no coyuntural sino estructural.
La convulsión y la crisis actual nos ubica en un inmejorable momento para recapacitar sobre el tiempo, su persistir y su fluir, su paso y su permanencia: lo casual y lo causal, lo efímero y lo perdurable.
¿Qué influencia tienen los demás en nuestra forma de actuar?,¿hasta qué punto somos influenciables?, ¿mantenemos un criterio propio ante la presión social?, ¿somos capaces de disentir?
El pensamiento «positivo» ha tomado una deriva en los últimos tiempos que ha deformado la percepción de la realidad de un número estimable de personas, impidiendo que se puedan ejercitar las dosis adecuadas de crítica y autocrítica.
El apoyo social aporta recursos psicológicos y materiales, y es un factor de protección personal que puede ayudar en el afrontamiento de situaciones traumáticas, amortiguando el impacto de éstas.
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