La conciencia de la muerte nos aleja de las preocupaciones triviales y comunica a la vida una profundidad, una agudeza y una perspectiva enteramente diferentes.
Irvin Yalom
En un tema tan insondable y tan complejamente imbricado en la vida de cada ser humano como es el suicidio, únicamente existe un camino de conocimiento para los terapeutas: la interrogación continua, profunda, amplia y radical sobre cómo el suicidio y sus implicaciones le afecta en su desarrollo y en su desenvolvimiento, tanto personal como profesional; recordando a Camus -lo que es una razón para vivir es una razón para morir-.
La intensa carga emocional que conlleva el contacto con el suicidio, con el suicida y con los allegados a éste, genera importantes consecuencias, muchas veces ignoradas o minusvaloradas, en los terapeutas.
Los terapeutas nos enfrentamos al suicidio desde tres posiciones diferentes, que en ocasiones se superponen; la primera, tras la vivencia de que una persona cercana a nosotros se ha suicidado; la segunda, por el suicidio de un paciente con el que estamos trabajando en terapia y, la tercera, cuando trabajamos con un allegado a un suicida. El suicida deja un legado en el allegado, de forma especialmente relevante en el terapeuta, haciéndole depositario de sus enigmas y secretos; le transforma en heredero de sus fallos y carencias dejando unos intensos sentimientos que el allegado tendrá que elaborar.
Frecuentemente, el proceso de afrontamiento de los intensos cuestionamientos que provoca el suicidio es realizado por el terapeuta en un ámbito de soledad. Son muchos los condicionamientos que conducen a un aislamiento que puede resultar muy nocivo, tanto para el desarrollo personal como para el profesional de quien lo vive.
Dentro del desarrollo de redes de apoyo profesional, el trabajo grupal, centrado en las complejas imbricaciones que el suicidio plantea, promueve y facilita descargas emocionales y estrategias de afrontamiento. En el marco de un grupo de trabajo se podrán desarrollar las siguientes cuestiones que son especialmente relevantes:
– Revisar y aclarar las conceptualizaciones que se tienen sobre los diversos tipos de suicidios
– Evaluar, tanto las propias respuestas como la de otros allegados, diferenciando las que son adaptativas y las que podrán dar lugar a psicopatología
– Hacerse conscientes de las respuestas de negación y aislamiento
– Compartir los temores ante la posibilidad de otros suicidios, ante los intentos de suicidio y ante las manipulaciones suicidas
– Desarrollar técnicas que permitan una mejor evaluación de las situaciones conflictivas y generar sensación de confianza y de posibilidades de un mejor abordaje de la situación
– Aclarar estigmas, fracasos de rol, culpabilizaciones y responsabilizaciones
– Promover una autovigilancia y una «vigilancia en grupo» sobre la posible aparición de una traumatización vicaria o de un estrés traumático secundario
– Legitimar reacciones emocionales y expresar las dificultades en el manejo del trabajo terapéutico
– Propiciar y fomentar el humor
– Afrontar la vergüenza
– Analizar y valorar los factores laborales que inciden en nuestras reacciones
– Considerar las influencias y limitaciones que genera el contexto social en el que nos desenvolvemos
El manejo de las intensas problemáticas consecutivas al suicidio, que suponen vivencias altamente traumáticas, sólo pueden ser abordadas en un contexto de relación interpersonal; las redes de apoyo profesional, de forma especial el grupo focal, es un elemento esencial en todo lo relacionado con los allegados a suicidas.
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos