En tanto que no dejes de subir, no cesan las escaleras;
crecen hacia arriba, debajo de tus pies, que suben.
F. Kafka
El victimario, el agresor y su entorno suelen transformarse en el centro de la compensación que se solicita para las víctimas; de esta forma se le otorga un protagonismo central, reeditando el dominio que mantuvo al realizar la agresión; el agresor tuvo el poder al infligir el daño y vuelve a tenerlo en el resarcimiento.
Una mirada diferente se nos abre si fijamos nuestra atención en las personas y grupos próximo a las víctimas. Es imprescindible tener siempre en cuenta que el daño más difícilmente reparable, el que más ahonda y que más destruye es el infligido por los cercanos, por los iguales y por las instituciones y grupos sociales que deberían haber acogido a la víctima.
Desde la perspectiva de dejar a un lado al victimario y centrarnos en el resarcimiento por parte de las personas y estructuras sociales próximas, lo que se debe hacer por las víctimas es:
Mostrarles respeto, respetarlas como seres individuales con un daño único y personalizado, evitando, de forma activa, que se conviertan en símbolos o meras consecuencias de las agresiones vividas.
Estar, eficientemente, a su lado, pero no de forma momentánea sino sostenida en el tiempo. La elaboración del daño es un largo camino en el que los apoyos se van debilitando a medida que avanzan los meses; las oleadas iniciales de soporte van dejando paso a los abandonos, manifiestos o sutiles, añadiendo nuevas frustraciones.
Reconocer, públicamente, las actitudes institucionales, grupales y sociales que han sido dañinas y que se han sido mantenidas durante años. Proclamar, alto y claro, quienes han obtenido beneficios directos e indirectos de las acciones de los agresores. Diferenciar entre las necesidades colectivas, las de las asociaciones y agrupaciones y las necesidades personales de las víctimas.
No realizar promesas que serán imposibles de cumplir y hacer una explicitación de todos aquellos incumplimientos que distintas personas, gobiernos e instituciones han realizado a lo largo de los años.
Luchar contra el abandono al que muchas han estado sometidas a lo largo de muchos años.
Dotar de existencia social a las personas que, como consecuencia del trauma, se replegaron hacia sí mismas y que viven en un enclaustramiento psíquico.
Situarlas, de forma individual, en el centro de todo el proceso de reparación y sacarlas del debate político.
Respetar el recuerdo, no fomentar el olvido y, de forma simultánea, proporcionar herramientas que ubiquen el daño en el pasado.
Prevenir, anticipar y evitar la victimización secundaria. Colocar como eje prioritario de las actuaciones legales la protección de los traumatizados.
Potenciar los actos sociales que simbolicen el apoyo a la recuperación personal y a la recomposición de las capacidades de afrontamiento dañadas.
Desarrollar redes sociales cercanas que promuevan la integración y que proporcionen un sustento de seguridad.
Ayudar en el proceso de desvictimización, alentar y fomentar el desarrollo de iniciativas tendentes a salir de la reedición continua del trauma.
Proporcionar expectativas de desarrollo personal y darles razones objetivas para esperar una proyección hacia el futuro.
Autor: Antonio Sánchez
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos