Tremenda y deslumbrante la aurora me mataría
si yo no llevase ahora y siempre
otra aurora dentro de mí.
Walt Whitman
Tener un propósito, una intención de vida, entendido este concepto en un sentido muy amplio, hace que las personas que lo poseen mueran más tarde y que tengan menos accidentes cardiovasculares; ésta es la conclusión de un reciente trabajo publicado en Psychosomatic Medicine. En el artículo se realizó un metaanálisis en el que se incluyeron 10 trabajos, con un total de 136265 personas, concluyendo que el riesgo de muerte disminuía, según el distinto análisis de los resultados, entre un 17 y un 33%.
Dentro de la idea global de propósito de vida se englobaron diversos conceptos tales como: compromiso con la vida, utilidad de la vida, finalidad de la vida e ikigai; esta última expresión, que aparecía en varios de los trabajos realizados en Japón, trata de conceptualizar lo que sería una vida digna de ser vivida o con utilidad para los demás.
Se plantean dos vías diferentes para que se produzca la disminución de la mortalidad. Por un lado, el propósito de vida influiría en los comportamientos, manteniendo actividades vitales más saludables y realizando un menor consumo de tóxicos. Por otro, se generarían unos efectos fisiológicos y biológicos que serían protectores de la salud y se modularía el impacto físico de las situaciones de estrés, especialmente de aquellas que tienen una presencia sostenida en el tiempo.
Con este trabajo y junto a los artículos en los que se basa, se nos abre una interesante vía de promoción de la salud física, ya que, sin duda, estamos tratando de un factor potencialmente modificable y sobre el que podemos actuar. El propósito de vida se puede desarrollar, acrecentar y reforzar siempre que nos lo planteemos como un objetivo.
El propósito de vida otorga un mayor sentido de competencia personal, no desde la certeza de lograr la resolución de problemas sino desde la asunción de que son abordables. Dar un significado a la vida, decidir que la propia vida, con sus fallas, lastres y limitaciones, merece la pena ser vivida, conduce a una menor tendencia al decaimiento sostenido, propicia la búsqueda de experiencias vitalizantes, promueve una mayor integración social favoreciendo relaciones interpersonales más enriquecedoras, otorga posibilidades de afrontamiento y predispone hacia afectos enriquecedores.
Por último, señalar que el propósito de vida será una faceta que integre el concepto, sustancial, de sentido de vida; siendo éste esa vivencia personal que permite abordar la cuestión del objetivo de nuestra existencia personal y que, dotando de significado a lo que cada uno somos, permite afrontar los avatares de la propia vida y de la de aquellos que son nuestros compañeros de camino.
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos