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Todo el arte de la guerra se basa en el engaño

 

Sun Tzu

Las consecuencias psicológicas de la guerra son persistentes en el tiempo; pese a la aparente obviedad de esta formulación debemos darnos cuenta de cómo en la realidad se tiende a actuar como si esto no fuera así.

estrés postraumático salud mental psicologíaLa repercusión de la guerra en la salud mental: no sea que se nos olvide, es el sugerente título de un artículo que Alexander McFarlane, uno de los principales profesionales de referencia en el mundo en el estudio del trauma psíquico, ha publicado recientemente en la revista de la Organización Mundial de Psiquiatría. Reflexiona sobre como la patología postraumática se manifiesta con frecuencia tiempo después del acontecimiento traumático; así, si únicamente se tienen en cuenta los estudios que valoran la salud mental de forma inmediata al trauma, éstos conducirán a subestimar el coste total de la guerra. Sin ninguna duda los efectos duraderos de la violencia son inquietantes en muchos conflictos actuales, desde esta realidad,  enfatiza sobre la responsabilidad que tiene la psiquiatría (al igual que la psicología y la sociología apuntaría yo) de contribuir a frenar la propagación de la violencia a través de la aportación de comprensiones e interpretaciones más refinadas de los ciclos de odio que se perpetuán.

Dentro de las consecuencias somáticas y biológicas de la exposición a la guerra se apuntan diversas cuestiones de interés. El estrés del combate modifica la conexión de estructuras cerebrales relacionadas con la reactividad al temor y a la autoconciencia somática. El trastorno de estrés postraumático relacionado con la guerra aumenta el riesgo de muy diversas enfermedades crónicas. Especialmente relevante, por la persistencia del daño, es la transmisión transgeneracional del trauma, los descendientes de los supervivientes tienen una mayor sensibilidad al receptor de glucocorticoide lo que les supone un factor de riesgo para presentar trastorno de estrés postraumático. Sin duda la guerra tiene una repercusión en las siguientes generaciones tanto al alterar las conductas de apego como al tener repercusiones neurobiológicas.

Señala la importancia de identificar los costes psicológicos de las guerras para así mejorar tanto el tratamiento de los civiles como de los veteranos implicados, siendo necesario especialmente enfatizar en la necesidad de innovar en el campo de los tratamientos rehabilitadores.

Hace un llamamiento a que, ante la existencia de estas alteraciones que se manifiestan a largo plazo y que se muestran indelebles, los líderes políticos tengan presentes los problemas psicológicos antes de declarar la guerra.

Por último, apela al mejor método de prevención de las consecuencias psicológicas que es detener la guerra, algo que como señala es «una aspiración que trágicamente no concuerda con la naturaleza humana».

Autor: Antonio Sánchez González

Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos

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