Nada es más humano que traspasar lo que existe
Ernst Bloch
La asistencia médica en la muerte voluntaria, los límites legales, éticos y asumibles de la eutanasia asistida, es una de las controversias más relevantes y trascendentales a las que nos estamos enfrentando y que se va a hacer cada día más patente. La respuesta a un sufrimiento extremo en enfermos terminales fue el origen de legislaciones que regularan tanto la prescripción como la administración de fármacos que originaran la muerte de los pacientes. Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Colombia y Canadá tienen leyes estatales que la regulan a este respecto y tanto en Suiza como en varios estados de Estados Unidos existen regulaciones parciales.
La ampliación a los trastornos mentales de los supuestos en los que se considera que existe un sufrimiento insoportable para el paciente y que éste no es tratable ha iniciado un camino que es especialmente complicado. Pese a que los trastornos mentales, excluidas las demencias, suponen un porcentaje muy pequeño, el 1% en Holanda y el 1,7% en Bélgica, de todos los casos de muerte asistida, tenemos que reflexionar sobre las implicaciones que viviremos en un futuro cercano.
Las legislaciones inciden en que la persona que solicita la muerte asistida tenga un trastorno psiquiátrico que no sea tratable o que no tenga posibilidades de mejoría. El cuestionamiento de si se han realizado todos los tratamientos posibles nos conduce a pensar que existe un porcentaje elevado de casos en los que por diversas razones (organización de la asistencia psiquiátrica, distribución de recursos públicos, economía personal, dificultad de acceso a tratamientos) no se han realizado todos los tratamientos posibles, siendo especialmente relevante, en este aspecto, la ausencia de un buen tratamiento psicoterapéutico. La libertad de la persona para aceptar un tratamiento es incuestionable pero tenemos que reflexionar sobre como la desesperanza y la desmoralización pueden conducir a evitar tratamientos que no han sido intentados hasta el momento y que podrían resultar eficaces.
El tratamiento a los enfermos con enfermedades psiquiátricas graves conlleva unas grandes dificultades en lo relativo a la organización de la asistencia y requiere una inversión económica elevada y sostenida en el tiempo. Existe el peligro cierto de potenciar socialmente la muerte asistida para enfermos psiquiátricos como una vía de solucionar sistemas inadecuados de asistencia psiquiátrica y de evitar el gasto económico que suponen estos pacientes.
La libertad individual para decidir sobre la propia vida es un eje esencial de la existencia de cada ser humano, pero no debemos nunca olvidar que esta libertad personal se potencia o se restringe por múltiples aspectos ajenos a la persona misma y que éstos son especialmente relevantes cuando existen trastornos psiquiátricos «difíciles».
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos