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Volvía y era sólo eso: volver, hacer pie un instante en el fondo obscuro del pasado, naufragar en su poblada y cálida sombra para arribar de nuevo a la superficie lisa del presente en su fría luz incierta.


María Zambrano

La existencia de un pasado con una infancia feliz no es, ni mucho menos, una realidad generalizada. Por el contrario, todos los profesionales que trabajamos en terapia constatamos, de forma reiterada y permanente, la existencia de muchos adultos que han vivido una infancia traumática. Por mucho que se repita una falsedad, no se convierte en una verdad; el ensalzamiento de la infancia como una época dorada, maravillosa, es un ataque para un nutrido grupo de personas. Hace unos días una paciente me expresaba su indignación ante la reiterada “cantinela” de volver a la infancia; me decía: “nada más horroroso que volver a mi infancia, con mi padre ausente, mi madre maltratándonos y mis hermanos en un sálvese quien pueda. Quiero construir un futuro, no puedo renunciar a mi pasado, pero, para mi desgracia, tuvo muy poco de bueno”.

Trauma psicoterapia postraumático

Con frecuencia, se intenta hacer que las atrocidades vividas sean no solo olvidadas sino erradicadas absolutamente y vivir en una perpetua negación de que existieron. En una aproximación superficial, si contemplamos únicamente los comportamientos y las manifestaciones externas, podríamos pensar que la negación funciona y de forma óptima; con profundizar mínimamente, o tratando de comprender las somatizaciones, «depresiones» y «ansiedades» «inexplicables» constatamos que el trauma vivido se mantiene como un tumor psíquico con variadas metástasis. Las consecuencias deletéreas que generan los acontecimientos traumáticos sobre la estructuración de la personalidad han sido explicitadas en múltiples estudios desde hace muchos años;  pese a ello, existe una tendencia a minimizar y a no relacionar las manifestaciones psicopatológicas del adulto con el trauma de la infancia y sus vivencias asociadas.

El paso del tiempo nos lleva a dar por superados los acontecimientos del pasado, así los adultos que fueron víctimas en su infancia son continuamente llamados a la negación, al olvido, a la abolición de la memoria y a una posición en la que, en el mejor de los casos, se les reconoce un daño en el pasado pero se les niega la realidad de la presencia, de la persistencia del trauma y de las terribles consecuencias que éste ha tenido en su desarrollo personal. El denodado empeño de muchas personas en mostrar reiteradamente su «excelente y muy feliz infancia» recuerda a otras situaciones en las que los humanos necesitamos alardear de aquello que más nos falta. En no pocas ocasiones es un empeño en cambiar la historia personal, en exorcizar las vivencias traumáticas.

El trauma del pasado se recrea, se revisa y se actualiza, en ocasiones de formas manifiestas y en otras con formas encubiertas o disfrazadas. Desde el conocimiento y el pleno reconocimiento de las consecuencias, desde la integración de lo vivido y de lo sufrido se puede construir; desde el olvido forzado, únicamente se puede desarrollar una falsedad estructural y una conexión laxa con los propios afectos. Haber conocido lo peor puede ser, no sin enormes dificultades de asimilación, una fuente de inspiración y de disposición para vivir y compartir lo mejor.

Podemos erigir un futuro, cimentar un devenir, pero no podemos cambiar un pasado. La extrema dureza de lo vivido en el ayer puede transmutarse en el hoy en un semillero de vigor y de generatividad. Hay personas que no tienen un lugar seguro al que regresar en su historia, personas que nunca han podido suscribir el verso que Antonio Machado llevaba en su abrigo el día en que murió: «estos días azules y este sol de la infancia». Quizás resulte paradójico, pero la ausencia de ese sol de infancia puede dotar a los actuales azules días de un especial brillo y, paralelamente, generar una capacidad de afrontamiento de los días grises.

Autor: Antonio Sánchez González

Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos

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