Porque a todo el que tiene se le dará y le sobrará;
pero al que no tiene se le quitará.
San Mateo
El maltrato y el abuso durante la infancia generan, en el adulto que los sufrió, una gran dificultad para manejar situaciones en las relaciones interpersonales en las que se vive un cierto grado de incontrolabilidad.
En su libro: Indefensión; Martin Seligman realizó interesantes reflexiones, que nos pueden ayudar a comprender muchas de las reacciones y actitudes que tienen las personas que fueron abusadas y que se fundamentan, esencialmente, sobre la desconfianza generalizada hacia los otros.
El maltrato y el abuso son situaciones con un altísimo grado de incontrolabilidad para el niño, se genera un temor y una conciencia de debilidad y frustración que, a medida que la situación se mantiene, origina una vivencia de desvalimiento y de indefensión.
El que exista una respuesta a una situación traumática se basa en la expectativa de que, al hacer algo, la situación dejará de ser tan amenazante o que los efectos dañinos de ésta disminuirán; es decir, que al responder se obtendrá un alivio. Cuando una persona ha vivido una situación repetida de maltrato, en la que sus respuestas han sido ineficaces para poder tener un cierto grado de control sobre ella, el estímulo para promover respuestas ante situaciones traumáticas posteriores disminuye e incluso desaparece. Pero, aún más, aunque logre un dominio sobre la nueva situación tiene una gran dificultad en percibir que sus acciones o actitudes han sido eficaces.
La expectativa interna básica de desamparo y desvalimiento es la que genera la indefensión al afrontar nuevas situaciones traumáticas; así, las condiciones «objetivas» externas dejan de tener relevancia. Situaciones que podrían ser fácilmente solventables, son vividas como incontrolables, y por tanto, ejercerán, en muchas ocasiones, un nuevo efecto retraumatizante que alimentará la indefensión.
La víctima tiene una percepción distorsionada sobre la sensación de control sobre sí misma y sobre el mundo que le rodea. Esta vivencia de sí misma hace que, la persona que vivió el abuso, tenga grandes dificultades en el manejo de situaciones que susciten complejidades, aunque sean mínimas, en las relaciones interpersonales; es frecuente ver como la sensación de poseer escasos recursos de afrontamiento lleva a una generalización de la indefensión a múltiples aspectos de la vida cotidiana.
El concepto de indefensión aprendida ayuda a entender muchos actos y sensaciones de las víctimas. Tienen una percepción según la cual creen que tanto el éxito como el fracaso de las cuestiones que les afectan, son totalmente independientes de las acciones que ellos realicen; así se genera una gran dificultad para aprender de la propia experiencia y se imposibilita la selección de actitudes y comportamientos que sean eficaces para afrontar situaciones futuras.
La indefensión generada por el abuso y el maltrato construye una identidad, en la que todos los elementos cotidianos en los que se manifiesten las dificultades, la debilidad y el desamparo son vividos como propios; mientras que las acciones, en las que se consigue manejar de forma exitosa las problemáticas de las relaciones interpersonales, son vividas como casualidades sin intervención propia. Desde esta posición que se puede expresar como: «el fracaso es algo mío, es un espacio donde puedo vivir; el éxito no me pertenece, es un lugar que me está vedado», se generarán una gran cantidad de comportamientos de autoboicot que confirmarán y reforzarán esa identidad personal.
Autor: Antonio Sánchez
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos