De todo esto, sacó en limpio tres cosas: la certidumbre de que estaba siempre empezando, la convicción de que era necesario continuar, y la seguridad de que sería interrumpido antes de terminar.
Fernando Sabino
Uno de los elementos consustanciales a todas las crisis es la incertidumbre; enfrentarse a ella, aceptarla es siempre una tarea ardua, difícil y compleja. El camino está claro; hace dos siglos y medio Voltaire, en una carta a Federico II de Prusia, lo expresó de forma sucinta: «la duda no es una condición agradable, pero la certeza es absurda». Dudar es consustancial al ser humano, lo esencial es no quedarse enganchado; el problema radica no en la vacilación o en la zozobra sino en el aferramiento a esta posición.
Una ingente cantidad de personas buscan en la psicoterapia una forma de conseguir certezas y una rápida seguridad que les permita soslayar la incertidumbre. Frente a una línea muy generalizada y cada vez más extendida de: «estamos todos igual», «vivimos estresados», «con la que está cayendo»…, se nos abre la posibilidad de abordar un camino de búsqueda y encuentro de nuestra singularidad, de reflexión profunda sobre nuestros esquemas de vida y de conexión con nuestras elecciones y renuncias. Ante este momento de crisis global se puede tomar el camino de pensar y proceder de la forma en la que lo hace «la mayoría», optar por la imitación, la sumisión, la acomodación y la repetición; o bien, aprovechar esta coyuntura para interpelarnos y plantearnos cuestiones personales que habían quedado disimuladas, encubiertas o escondidas. La psicoterapia de introspección personal es una vía especialmente destacada en el abordaje de una dialéctica, aparentemente paradójica; cuando más inseguridades hay sobre el futuro es cuando se propone introducir más cuestionamientos.
Frente a la búsqueda de seguridades externas, en todas esas cosas aparentemente estables, seguras y ciertas, el único atisbo que tenemos es indagar en lo intangible, en nuestra intimidad, tratando permanentemente de engañarnos lo menos posible, transitando ese periplo sin fin que es la búsqueda de los mayores grados de autenticidad personal posibles. Aceptar la incertidumbre es comprometerse con la sorpresa, con el cambio, con la vida, admitir y danzar con la vulnerabilidad personal, grupal y social.
Plantea Trías que somos seres del límite, la condición humana es fronteriza, el límite se sitúa «entre lo que puede decirse y lo que debe callarse; o entre lo decible y lo indecible». Creo que podemos añadir, entre lo pensable y lo impensable. Tenemos un viaje por hacer, ahondar en uno mismo y desde ese interior descubrir el mundo y, de forma simultánea, ir hacia el mundo y hallarse a uno mismo. El viaje es determinante, su resultado incierto.
Transitar y vivir la incertidumbre nos orienta y nos acerca a lo no lineal, a lo paradójico, a lo interrumpido, a lo desordenado, a la vislumbre, a lo intuitivo, a la inventiva, a la creatividad. Tenemos, además de la psicoterapia, dos vías regias que nos permiten franquear muchas trabas de este singular camino: el vínculo con la naturaleza y el contacto con el arte.