Hombres
sobre hombros
de otros hombres;
Hombres
con hombros
para otros hombres;
Hombros,
Hombres,
Hombros…
Un día ya no habrá estrellas lejanas
ni perdidos horizontes
León Felipe
La actividad de los familiares o personas cercanas que cuidan a enfermos crónicos incapacitados debe ser entendida desde la confluencia de tres vertientes: el cuidador, el enfermo y los apoyos que ambos tengan. Esta actividad se desenvolverá dentro de un contexto social determinado y éste influirá de manera significativa en la forma en que se desarrolle el cuidado y en la manera en que será afrontado.
Cada situación de cuidado tiene una característica única; no obstante, es interesante señalar algunos aspectos que serán relevantes. En las ocasiones en las que se ha tenido la oportunidad de anticipar la complejidad de este trance, se podrán desarrollar estrategias de afrontamiento que no existirán en los casos en que el problema se da de forma inesperada; si bien, en muchas ocasiones, ante el impacto que supone la anticipación de la pérdida de capacidades de una persona querida, se opta por ignorar y no pensar en ese tema. Las estrategias personales a desarrollar serán claramente diferentes en los casos en que la duración del cuidado sea a tiempo parcial frente a una dedicación a tiempo casi completo; así como si se trata de un periodo de atención por un tiempo reducido por el contrario si éste se extiende en el tiempo. No se pueden afrontar ambos de la misma manera; en un cuidado crónico será necesario reservar fuerzas y diseñar estrategias a largo plazo.
Una tesitura especialmente compleja es todo lo referente a la voluntariedad del cuidado, las repercusiones negativas que pueden ocurrir serán claramente mayores en los casos en que este cuidado resulte de una imposición para el cuidador, sea ésta total o parcial.
Observamos cómo, con frecuencia, cuidar se transforma en una prioridad para el cuidador incluso llegando a ser el eje central de su vida. En casos especialmente complicados el proyecto vital del cuidador se ve totalmente trastocado incluso se paraliza abandonando su propio desarrollo vital. Especialmente difícil resulta el desempeño del cuidado cuando se produce un conflicto entre las creencias y valores del cuidador y las posibilidades que tiene en ese momento de afrontar todo lo relacionado con el cuidado. El impacto de esta situación puede conducir a una crisis de valores y a una confrontación y cuestionamiento de creencias y valores morales sostenidos previamente a lo largo de la vida.
El complejo entramado que supone la atención a estos enfermos incrementa la vulnerabilidad del cuidador tanto hacia los padecimientos físicos como hacia los psíquicos; puesto que, al tratarse de un proceso prolongado en el tiempo se convierte en un estresor crónico con una alta demanda tanto en tiempo –aunque éste sea parcial- como en coste emocional. Observamos cómo las personas que realizan estas funciones de cuidado a enfermos crónicos desarrollan un proceso de «normalización» de sus malestares emocionales junto con un progresivo abandono de actividades de autocuidado y de ocio.
Resulta esencial la valoración por parte del que ayuda de las capacidades y posibilidades reales que tiene para desarrollar el proceso de atención y vigilancia teniendo en cuenta que este se prolongará en el tiempo. La especial configuración sociológica que vivimos en la actualidad conlleva un alargamiento del tiempo de cuidado encontrándonos con personas que por su edad o patologías no deberían estar realizando esas labores al tener ellas mismas ya necesidades de ser cuidadas.
Las influencias sociales en una sociedad con pérdida de referentes, las conflictivas familiares concretas, las disyuntivas morales personales, las confrontaciones de diversos paradigmas de vida, la resignación y el complejo proceso de la culpa y las culpabilizaciones añaden presiones difícilmente soportables para el que realiza la ayuda.
Es imperativa la realización de procesos de autocuidado a la vez que la adquisición de conocimientos sobre el proceso de la persona enferma; se deben desarrollar actitudes realistas sobre las posibilidades de cuidado a largo plazo aceptando que la buena voluntad es imprescindible pero no es suficiente. La búsqueda de procesos de alivio de las cargas deberá dirigirse hacia todos los integrantes de la red social con que la persona cuente y de forma especialmente relevante hacia los profesionales de la atención social y de la salud.
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos