No es el hombre quien ha de plantearse la pregunta por el sentido de la vida, sino que más bien sucede al revés: el interrogado es el propio hombre; a él mismo toca dar la respuesta; él es quien ha de responder a las preguntas que eventualmente le vaya formulando su propia vida.
V.E. Frankl
¿Puede existir una relación entre la espiritualidad y la anatomía del cerebro? Un grupo de la Universidad de Columbia y del Instituto Psiquiátrico de New York trabaja desde hace años en la línea de correlacionar la religiosidad y la espiritualidad con la depresión; en 2012 publicaron un artículo en el que encontraron que, entre los descendientes de depresivos, el riesgo de padecer un trastorno depresivo disminuía en un 90% en las personas que manifestaban que la religión o la espiritualidad era muy importante para ellos; por otra parte señalaban como la asistencia a los actos religiosos o la pertenencia a una confesión religiosa no disminuía este riesgo.
Recientemente este mismo grupo ha publicado un artículo (1) en el que han realizado resonancias magnéticas a un grupo de personas a las que siguen desde hace 25 años; han encontrado como aquellos que manifestaban que para ellos la religiosidad o la espiritualidad tenía una gran importancia presentaban un engrosamiento, estadísticamente significativo, de la corteza cerebral en diversos lugares de las áreas parietales y occipitales. Este engrosamiento es especialmente relevante en zonas donde una corteza cerebral más delgada se ha asociado a un riesgo familiar de depresión.
Un dato relevante es que los datos del engrosamiento cortical no fueron estadísticamente significativos en relación con el hecho de acudir con frecuencia a los servicios religiosos. En otro trabajo previo, usando la misma muestra de personas, encontraron que existía un mayor riesgo de depresión entre los que acudían con frecuencia a servicios religiosos al compararlos con los que no lo hacían; una de las posibles explicaciones a este hecho es que algunas personas acuden a los servicios religiosos como una forma de consuelo y de manejo de sus síntomas depresivos.
Estos hallazgos son consistentes y se añaden a otros en los que se han encontrado cambios cerebrales en personas que practicaban la meditación de forma sostenida. Los cambios más sustanciales se han encontrado en zonas cerebrales en las que se lleva a cabo el procesamiento sensorial y espacial, el sentimiento de sí mismo, la orientación espacial y la conciencia autoreflexiva.
Los autores se muestran cautos señalando que estos hallazgos deberán ser replicados y ampliados en nuevos trabajos. No se puede descartar que precisamente sean las personas que tienen cortezas cerebrales más gruesas en estas áreas las que se sientan altamente atraídas hacia la práctica religiosa. Se nos abre la posibilidad de que la importancia de la religión o la espiritualidad pueda conferir una resiliencia neuroanatómica a personas que tengan una predisposición al desarrollo de una enfermedad depresiva.
En ningún caso la posible existencia de unos correlatos neuroanatómicos puede ser interpretada como la identificación de un lugar en el que se ubiquen las experiencias religiosas o espirituales.
Se nos aporta un paso más en ese interesante y sugerente camino, que nos acompaña en nuestra filogenia, que supone la búsqueda de las relaciones entre cuerpo, mente, cerebro, inteligencia, psiquismo, pensamientos, creencias y espíritu.
(1) Miller et all. Neuroanatomical Correlates of Religiosity and Spirituality: A Study in Adults at High and Low Familial Risk for Depression. JAMA Psychiatry. 2014 February 1; 71(2): 128–135. doi:10.1001/jamapsychiatry.2013.3067
Autor: Antonio Sánchez
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos