Ninguna derrota es enteramente una derrota, pues
el mundo que abre es siempre un sitio
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
abre paso a nuevos lugares
y no hay blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo
de la blancura.
W. C. Willians
Olvidar, junto con el perdón y la venganza, son las vías de reparación que tanto la sociedad como las personas cercanas les ofrecen a las víctimas.
El olvido es incompatible con la elaboración del trauma. La elaboración vendrá de una modulación del recuerdo. La dinámica de emociones, actitudes, pensamientos y comportamientos nunca puede ser el olvido frente al recuerdo, ha de ser una memoria productiva, fluida y generadora de posibilidades frente a una limitante, rígida y restrictiva.
El afrontamiento de todos los hechos ocurridos junto con las vivencias y sentimientos unidos a ellos, es la única vía que puede evitar la reviviscencia y por tanto la contínua presencia del trauma y de sus consecuencias. Por el contrario, el intento de ignorar los acontecimientos padecidos y las graves consecuencias personales que han tenido, conduce a una persistencia del daño en la que no existe un pasado, sino un presente continuo.
El mantenimiento de las experiencias traumáticas fuera del conocimiento consciente, la disociación -mantener excluido de la conciencia- lo que no podemos asumir ni pensar, conlleva, en primer lugar, la imposibilidad de resolver esas situaciones, en segundo lugar, a la necesidad de evitar múltiples estímulos que puedan poner en peligro esta barrera disociativa protectora y, en tercer lugar, genera actuaciones disruptivas para la víctima y para los que la rodean ya que, estos aspectos disociados, invaden cualquier experiencia vital, relacionada o no con el hecho fáctico vivido, que posea una alta intensidad emocional.
Las víctimas son concitadas, de forma permanente y reiterada, al olvido; a pasar página. El grupo social olvida de forma muy rápida y requiere la aparición de nuevos datos e informaciones para el mantenimiento del recuerdo. Los afectados por agresiones de otros humanos son un ejemplo viviente de una vulnerabilidad, social y personal, que no se quiere aceptar y así se transforman en un recuerdo vivo que es necesario negar. Se les transmite, unas veces de forma clara y otras implícita, el mensaje de que ya ha pasado mucho tiempo desde su trauma y que, por tanto, su dolor ya no tiene lugar; en otras ocasiones, se minimiza su sufrimiento trasladándoles un “no es para tanto” o un “todos hemos sufrido”. En esta línea de negación y olvido es especialmente relevante resaltar la posición que se mantiene de forma muy generalizada frente a los que siendo niños vivieron un acontecimiento traumático de alta intensidad; en virtud de su corta edad, se supone que no fueron conscientes de lo ocurrido y por otra parte se les atribuye una total capacidad de superación, negándoles de facto la existencia del daño vivido.
Una mezcla de olvido y recuerdo la tenemos en los actos públicos en los que se rememora a las víctimas en general, se enfatiza un sufrimiento global, pero se produce un olvido, incluso una inexistencia, de la persona concreta que ha vivido el trauma; se intentan reparar las consecuencias genéricas y se ignoran las individuales. La reparación tiene que venir de un reconocimiento, preciso, claro y explícito hacia la persona dañada; los desagravios colectivos pueden ayudar pero nunca suplir el reconocimiento al individuo que ha sufrido personalmente el acto traumático y sus consecuencias.
Quien no recuerda, quien es condenado al olvido queda permanentemente aprisionado por el pasado. Aquello que no puede ser pensado invadirá todos sus actos; será la persistencia cotidiana de lo que se quiere olvidar. Tanto los intentos sociales de abolir la memoria, así como las múltiples maniobras psíquicas encaminadas a la omisión de la vivencia global del trauma, imposibilitarán la elaboración. Para que exista un buen olvido debe haber una buena memoria.
Autor: Antonio Sánchez
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos