Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que nosotros hacemos de nosotros mismos con eso que han hecho de nosotros
Jean Paul Sartre
Ante un grave y demoledor acontecimiento de la vida, ante unos importantísimos y transcendentales-y no pocas veces reiterados- hechos traumáticos vividos; ¿qué podemos hacer?, ¿cómo podemos coexistir con ellos?. Se nos abren dos caminos; podemos vivir o podemos sobrevivir. Podemos pensar que lo único que queda es adaptarse, poder trampear, poder seguir estando; en definitiva, casi no poder hacer nada más que estar, permanecer y tratar de que casi todo quede igual. Por contra, podemos intentar construir algo nuevo, algo diferente, hacer una morada con las ruinas, decidir no dejarse llevar por la corriente de la supervivencia y de la destrucción, optar por vivir, elegir poder luchar, afrontar las situaciones, llorar, sufrir y permanecer sin enterrar el recuerdo, sin tapar el trauma, sin negarlo. Hacer una elección consciente, que siempre será tremendamente limitada, de construir algo más fuerte, más potente, más intenso y que sean precisamente esos propios escombros los que nos puedan guiar hacia un lugar diferente. Una elección de estar en el barro, en la lucha, en el día a día y creer, profundamente, que con los desechos y restos del pasado puede construirse algo sugerente, atractivo, productivo y lúcido, tanto para uno mismo como para otros. Poder empezar a pensar- sin olvidarse nunca de que existen elementos, situaciones y personas dañinas- qué relaciones pueden ser significativas. Poder inventar, poder elegir y además, trascendiendo las simplicidades, banalidades y estupideces que se nos aportan, poder pensar que se puede hacer algo nuevo con lo viejo; que se puede construir, como nos muestra la historia de la humanidad, desde los despojos, desde los residuos. Podemos levantarnos, erigir nuestro ánimo desde el dolor, el desgarramiento y el desanimo.
La conceptualización del crecimiento postraumático surge a finales del siglo XX y supone un paradigma diferente en la forma de entender los daños postraumáticos, se revierte la idea de que tras un grave daño infligido por otro ser humano el daño personal es irreparable y que originará, en mayor o menor medida, una deficiencia personal en la persona afectada. Alude a los cambios positivos que una persona experimenta como resultado del proceso de afrontamiento y de lucha que desarrolla tras vivir un suceso traumático. Este pensamiento va más allá de las visiones, sostenidas durante muchísimos años y mantenidas actualmente, de que una buena evolución era únicamente la resistencia, la resignación o la acomodación.
Se experimenta un incremento en la confianza en uno mismo, en las propias capacidades y en la posibilidad de afrontar adversidades del futuro. Es esencial tener permanentemente en cuenta que este crecimiento no elimina el sufrimiento ni hace que desaparezca el dolor; son precisamente estas emociones, es precisamente la tensión la que hará que en algunos campos o dominios de la vida éste se produzca. El crecimiento postraumático es un proceso en el que no existe una meta concreta, no es un avance continuo sino que se vivirán oscilaciones y vaivenes. Se mantendrán áreas personales en las que no sea posible avanzar, pero esto no obsta para que, globalmente, el resultado de la integración del trauma sea positivo y creciente.
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos