Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse.
Don Quijote
¿Quién te va a ti a conocer
en lo que callas, o en esas
palabras con que lo callas?
el que te busque en la vida
que estás viviendo, no sabe
más que alusiones de ti,
pretextos donde te escondes.
Pedro Salinas
Cada vez hay más y más gente mirándose a sí misma. Sin embargo, paralelamente, disminuye el número de personas que afrontan el camino de un conocimiento personal franco y sincero; por doquier se multiplican sugerencias dirigidas a articular un conocimiento superficialoide y falaz. Vivimos una epidemia de propuestas orientadas a esa mirada insustancial y huera que propone que con estar en lo «positivo» se logrará un dominio casi omnímodo, por supuesto rápido, de las problemáticas personales y sociales. Se busca un tipo de soluciones casi instantáneas, que requieren un esfuerzo mínimo, que se estructuran haciendo cortocircuitos, buscando atajos, sin ni siquiera haberse asomado a las complejidades personales; son la forja de un deambular vital en el que no te das cuenta de que no te das cuenta.
Es necesario un trabajo racional, un entrenamiento intelectual para el análisis de lo fáctico, pero únicamente tendremos un verdadero progreso con una abierta y atenta observación de todo aquello que «no encaja» en lo que «deberían ser», nuestras sensaciones, actitudes, comportamientos y pensamientos. Los lapsus, los sueños, las fantasías, el humor destapan contenidos incómodos y muy valiosos. En la senda de aprender a ver y no confundirlo con mirar, nos encontramos que los otros tienen un papel irremplazable; nos entendemos desde, en y con los otros.
El conocimiento personal es un proceso arduo y complejo, en el que tenemos que descubrir múltiples aspectos personales, muchos de ellos sorprendentes y nada agradables; se desarrolla, como apuntaba Jung, «haciendo consciente la oscuridad». En ese camino, más verdadero, laborioso y complejo, resulta imprescindible tener presente la apreciación de Yalom: «la preparación para el conocimiento, la infraestructura para abordar un camino de conocimiento puede necesitar mucho tiempo y un gran esfuerzo personal». Nos encontramos con uno de los ejes centrales de la psicopatología. Apuntaba Ajuriaguerra: «el problema de la psiquiatría es el problema de la libertad. Es difícil definir la libertad pero diariamente los psiquiatras tenemos que codearnos con su ausencia». Para que la libertad pueda amplificarse y extenderse es indispensable un elevado grado de autoconocimiento.
El autoconocimiento es una travesía, una tarea imposible de concluir, que nos ubica ante una puerta. Dice Yalom: «el conocimiento personal, el desvelamiento de recovecos personales no es la situación límite y más temida. Lo evitado y temido es lo nuevo que se abre desde ese momento». Abrir la puerta es un reto vital, imprescindible para generar opciones y poder desarrollar cambios verdaderos y genuinos; es la apertura a otras percepciones, es el arranque de un navegar -gratificante y doloroso- por lo extraño, por lo ignoto.