Puedes llorar porque se ha ido o puedes sonreír porque ha vivido; puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado; tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver o puede estar lleno del amor que compartisteis; puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío, dar la espalda o puedes hacer lo que le gustaría: sonreír, abrir los ojos amar y seguir.
Anónimo Escocés
Nuestra sociedad ha desarrollado un proceso de negación de la muerte en el que de forma inevitable se ha producido un progresivo desmantelamiento de los rituales del duelo. Así las actitudes y los actos para estar junto a una persona que ha vivido el fallecimiento de un ser querido se han transformado en complicadas y en muchas ocasiones dañinas para quien está transitando por el dolor de la pérdida. Con la mejor intención se intenta ayudar y se comenten errores que con una pequeña reflexión y con una conexión previa pueden ser fácilmente solventables.
El duelo es una construcción individual que no puede realizarse en solitario y que requiere colaboración, ayuda y apoyo de otros seres humanos. Al estar con una persona que ha perdido a un ser querido debemos tomar en consideración algunos aspectos que nos lleven a reflexionar sobre qué hacer y qué no hacer ante esta situación.
El eje director en este acompañamiento debe ser la toma de conciencia de diferenciar si lo que hacemos o decimos va destinado a nosotros mismos o a la persona que está viviendo la pérdida. Debemos dejar en un segundo plano nuestras necesidades, el que ha sufrido la pérdida es el que necesita; si por nuestra circunstancias personales o vivenciales no podemos hacerlo debemos abstenernos de participar en este proceso.
Administrar los silencios, poder estar sin más, es una de las tareas más complicadas que debemos llevar a cabo. Es necesario limitar la tendencia a buscar soluciones rápidas, el objetivo no es apaciguar sino acompañar.
Cada ser humano tiene una forma de afrontamiento que debe ser respetada, aunque estemos convencidos de que la nuestra es buena no podemos imponerla. No podemos saber qué supone esa pérdida, únicamente la persona implicada descubrirá, con el desarrollo de la vivencia de su duelo, la magnitud de lo que ha perdido.
No podemos olvidar, aunque lo hacemos con frecuencia, que es necesario un periodo de tiempo que nunca será corto y que varía en función de cada persona, para poder integrar la pérdida. Las frases del tipo: «es necesario sobreponerse», «tienes que pensar en rehacer tu vida», «debes ser fuerte» suponen un daño añadido al no respetar el ritmo del afectado.
Es necesario no forzar ocupaciones, se necesita un tiempo para reflexionar, para dolerse. A medida que pasa el tiempo es bueno poder facilitar diversos tipos de contactos con otras personas y sugerir actividades.
Los cuidados no pueden limitarse al periodo inmediato a la muerte, a medida que pasa el tiempo los apoyos se van debilitando y es en estos momentos donde se trasforma en más necesario tener personas que presten ahora una ayuda. Mantener un contacto sostenido en el tiempo y especialmente en los momentos más significativos (aniversarios, fiestas familiares etc.) en los que los recuerdos y vivencias se reactivan debe ser otro de nuestros objetivos.
En este proceso de acompañamiento es necesario comprender que el duelo no es un olvido, muy al contrario es un desarrollo de recuerdo y de integración; una integración entre el pasado y el presente que otorga una continuidad a la vida.
Autor: Antonio Sánchez
Autor: Antonio Sánchez González
Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos