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El problema de la psiquiatría es el problema de la libertad. Es difícil definir la libertad pero diariamente los psiquiatras tenemos que codearnos con su ausencia.

 

Julián de Ajuriaguerra

En abril de 1974, la American Psychiatric Association (APA) decidió eliminar la homosexualidad como categoría de trastorno psiquiátrico de su Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). En este aniversario, la revista de la World Psychiatric Association (WPA) ha publicado un artículo sobre cómo se desarrolló este proceso del que dice «posiblemente sea la decisión socialmente más trascendental de la historia moderna de la psiquiatría».

sexualidad patología psicoterapiaRobert Spitzer jugó un papel determinante en este proceso. Hablamos del psiquiatra que llevo la propuesta al comité de la APA; para nutrir esa iniciativa, argumentó que lo relevante en la vida de una persona es la capacidad de mantener relaciones íntimas de afectividad y sexualidad satisfactorias, sin que tenga importancia que ambas personas sean del mismo o de diferente sexo. Otro de los ejes cardinales de su argumentación se centraba en que la existencia de un gran número de personas homosexuales con angustia no conllevaba que la homosexualidad fuera un trastorno; más bien, esta angustia estaba muy relacionada con la discriminación y el rechazo social y con la homofobia interiorizada. En ese contexto, se formuló un principio básico que necesitamos seguir manteniendo: «la fuente de la angustia o del deterioro del funcionamiento debe ser la propia afección, no la forma en que la sociedad reacciona ante ella». En ese sentido, uno de los hallazgos de la argumentación de Spitzer, estribó en señalar que había un grupo de personas que se mantenían alteradas por lo que posteriormente se describió como la categoría de «homosexualidad ego-distónica», al tiempo que se enfatizaba que la vivencia de su orientación sexual era el punto nuclear de su malestar.

Medio siglo puede parecernos un largo lapso, pero el afianzamiento de cambios relevantes es un proceso que requiere de muchas idas y venidas. Los significados de las nociones de malestar y de deterioro mantienen inevitablemente unos juicios de valor que son de extraordinaria relevancia en el establecimiento de categorías diagnósticas; así mismo, la consideración de que un padecimiento es significativo o clínicamente significativo tiene un altísimo componente de subjetividad de quien lo conceptualiza.  En estas valoraciones es trascendental establecer gradaciones y mantener un equilibrio, permanentemente inestable, en el que se amalgaman y bullen conceptos como lo óptimo, lo admisible, lo adecuado, lo conveniente, lo saludable….

Estamos inmersos en una sociedad en la que las ideologías priman sobre las ideas y vivimos un acelerado proceso en el que se confunden explicaciones con justificaciones. Las enseñanzas que nos aporta la evolución de una despatologización como es la de la homosexualidad debería darnos hitos en el camino de afrontamiento de las consideraciones de los límites de la patología. Las construcciones ideológicas inamovibles generan graves restricciones de pensamiento en quienes las sostienen y dan lugar a consecuencias funestas en las sociedades donde éstas maduran, instituyendo el desarrollo de una normalización progresiva de grandes dislates.

Autor: Antonio Sánchez González

Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial
Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos

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