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No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora;
no eres los otros y te ves ahora
centro del laberinto que tramaron
tus pasos. No te salva la agonía
de Jesús o de Sócrates ni el fuerte
Siddharta de oro que aceptó la muerte
en un jardín, al declinar el día.
Polvo también es la palabra escrita
por tu mano o el verbo pronunciado
por tu boca. No hay lástima en el Hado
y la noche de Dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.


Jorge Luis Borges

La convulsión y la crisis actual nos ubica en un inmejorable momento para recapacitar sobre el tiempo, su persistir y su fluir, su paso y su permanencia: lo casual y lo causal, lo efímero y lo perdurable.

perenne efímero psicología

Esta meditación se articula a través de tres dioses griegos y sus respectivas visiones, que son coexistentes, aunque no contrapuestas ni complementarias. Su relato nos puede aportar perspectiva en el manejo (y el tránsito) de periodos, ciclos, fases, momentos y lapsos. Hablamos de Kronos, Aion y Kairós, a través de los cuales la mitología griega nos lleva más allá de ese discurrir de los días, de un tiempo, con frecuencia, cargado de vacío.

Kronos castró a su padre, Urano; con esta mutilación marcó la separación entre el cielo y la tierra. Su madre, Gea, le había predicho que sería destronado por uno de sus hijos; así que para conservar su reinado devoraba a toda su descendencia. Es decir: para permanecer necesita matar, y por eso destruye lo finito; para preservarse. Es el continuo nacer y fenecer, un tiempo secuencial dominado por el presente que requiere acción para mantenerse.

Aión es representado como un viejo  y también como un joven. Un viejo que es el señor del tiempo, de lo que no nace ni muere, una serpiente enroscada aparece junto a él representando el eterno retorno. Por otra parte, también es un joven que sostiene el Zodiaco, el paso circular de los astros, el permanente estar y retornar, una vida sin muerte.

Kairós es una divinidad menor que se representa por un joven con los pies alados, que sostiene una balanza desequilibrada. Es calvo, únicamente tiene un mechón de pelo en la parte delantera de la cabeza. Es veloz, aparece fugaz y su virtud no es el equilibrio; únicamente puede ser atrapado por su mechón cuando llega, siendo el momento oportuno y adecuado.

Tenemos dos formas diferentes de lo perpetuo, del tiempo imperecedero. Kronos representa el tiempo secuencial, un presente que actualiza continuamente el pasado y que devora el futuro. Es la acción continua, la búsqueda permanente de lo concreto, así como la finalidad, la constante persecución de la meta, de la culminación imposible.  Mientras que Aión es el tiempo circular, una conjunción de pasado y futuro en la que ambos se articulan de forma persistente. Es la acción en sí misma, con sentido propio, así como la percepción etérea, el acercamiento al saber, al espacio del gozo.

Otro tiempo, puntual, caprichoso, efímero es el que nos aporta Kairós. Podemos estar atentos a su llegada, incluso desarrollar percepciones que nos permitan atisbar su posible aparición. De tal manera que estemos dispuestos a disfrutar de esa situación que brinda: de la ocasión inesperada, del instante fortuito, de las felices coincidencias de la vida. En esa disposición de estar atentos al momento oportuno, crecen las opciones para que estemos preparados para coger, siempre de frente y nunca para perseguirlo, ese soplo de vivacidad y de dinamismo, falto de equilibrio, que nos aportará empuje y brío en nuestro devenir vital.

Autor: Antonio Sánchez González

Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos

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