Cada vez hay más y más gente mirándose a sí misma. Sin embargo, paralelamente disminuye el número de personas que afrontan el camino de un conocimiento personal franco y sincero; por doquier se multiplican sugerencias dirigidas a articular un conocimiento superficialoide y falaz.
De forma recurrente, y casi permanente, se nos ofrece el refugio de la esperanza como el motor y el eje impulsor de nuestros actos y movimientos; se le atribuyen múltiples beneficios y es considerada como saludable y muy positiva.
La conceptualización y las reflexiones sobre el camino del héroe nos pueden ayudar en el desarrollo que cada uno de nosotros puede realizar en su camino personal.
Cada día es más frecuente atender en consulta a niños que son traídos por sus padres para que se les ponga, o se les imponga, un diagnóstico psiquiátrico. Se pretende, y no pocas veces se logra, que lo que son peculiaridades del carácter o funcionamientos no acordes con la estructura familiar sean considerados trastornos mentales.
Hace más de una década, casi dos para ser sincera, un niño de 7 años que vino a la primera entrevista con su madre, cuando le pregunté qué le traía a la consulta me dijo: “tengo un tedehache, como el cabrón de mi padre, y ella (su madre claro) quiere que me lo quites sin pastillas”
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