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Los únicos que pueden tener interés en cambiar el mundo son los pesimistas, los que ven que las cosas no van bien. Así que es indispensable que conservemos el sentido común.


José Saramago

El pensamiento «positivo» ha tomado una deriva en los últimos tiempos que ha deformado la percepción de la realidad de un número estimable de personas, impidiendo que se puedan ejercitar las dosis adecuadas de crítica y autocrítica.

En lugar de hacer énfasis en el fortalecimiento de las capacidades y en la generación de actitudes que favorezcan el afrontamiento de los problemas, ese optimismo ingenuo se ha centrado en la negación de las dificultades fácticas, apelando a su resolución con un cambio de actitud mental.

Ante la actual catástrofe de la pandemia del coronavirus, esta oleada de positivismo ramplón se ha transformado en una invasión, una epidemia, de mensajes que nos abocan a un naufragio. Se trata de un optimismo vacuo e inconsistente, en el que la felicidad se instaura como un final, fácilmente accesible, siempre que sigas unos cuantos pasos bastante simplones.

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La catástrofe habilita una coyuntura en la que las posibilidades preexistentes pueden ser exploradas, revisadas y reconocidas; ofrece un resquicio por el que podrán alumbrarse potencialidades y gestarse nuevas perspectivas. Sin embargo, para que la oportunidad fructifique, es necesaria la toma de contacto con la magnitud de la catástrofe y sentir el profundo dolor de la tragedia. El examen y valoración de las dimensiones del desastre es imprescindible; las repercusiones personales (afectivas, cognitivas y conductuales), interpersonales, relacionales y sociales deben ser consideradas, tanto a corto como a medio y largo plazo.

Son muchos los mensajes de ese «positivismo», basado en la ausencia de reflexión y en la negación, que he leído desde el inicio de esta catástrofe. Entre la pléyade de ellos, he escogido unos cuantos, no necesariamente los más representativos, y he añadido una breve opinión, que, evidentemente, está abierta al disenso y a la discrepancia.

Todo va a salir bien

No, para muchas personas las cosas no van a salir bien. Los más dañados afrontan y afrontarán situaciones muy dolorosas, que tendrán que elaborar y, en gran cantidad de ocasiones, con muy pocos apoyos externos.

Solo hay que ser positivo, desecha todo pensamiento negativo.

Es importante tener presente que siempre existe la posibilidad de que las cosas vayan mal. El reconocimiento de la dureza y de lo doloroso es el primer paso para iniciar la búsqueda de nuevas sendas. El éxito nunca está asegurado, el fracaso si no integras todo tu ser, lo luminoso y lo oscuro, será un hecho cierto.

Volveremos a ser como antes

Con esta afirmación y deseo se niega una de las esencias básicas de la vida: el cambio.  Una vivencia de alta intensidad emocional modifica el transcurso vital. La aceptación de las modificaciones y la certeza de que existirán otros cambios dolorosos es la base para poder crecer.

Esto será un mal sueño

En absoluto, es una realidad, se trata de un revés que, con consecuencias individuales y grupales, tendrá influencia durante mucho tiempo.  

Si lo puedes soñar, lo puedes hacer

Imaginar oportunidades es enriquecedor, navegar en ese interludio, entre lo abstracto y lo concreto, es la génesis de la creación. Fusionar, para resolver problemas, de forma absoluta, la fantasía y la realidad es malograr las posibilidades de ambas.

La vida no tiene más limitaciones que las que uno se pone a sí mismo

La esencia humana es limitada. Los límites concretos siempre están por definir pero existen. El desarrollo vital se hace junto y con otros que son, de forma simultánea, potenciadores y también frontera en la expansión. La libertad personal entra en una dinámica y compleja transacción con la de otros seres humanos y con la de todos los seres vivientes (incluidos los virus).

Únicamente lo que piensas se transforma en realidad.

La realidad se conforma con múltiples y variadas aportaciones e influencias, la omnipotencia frente a su afrontamiento genera una ilusoria sensación de fuerza y capacidad. Únicamente la aceptación de la vulnerabilidad, la general y la propia, transforma la realidad presente y sienta las bases para la génesis de una nuevo estado.

En tiempos de crisis, los inteligentes buscan soluciones y los inútiles culpables.

Especialmente en tiempos de crisis, las buenas soluciones pasan indefectiblemente por impedir que los responsables, por acción u omisión, de la misma sigan desarrollando acciones que impidan la consecución de oportunidades tras la crisis.

Todo este movimiento de «positivismo», alentado y alimentado por la refutación de la limitada esencia humana, desarrolla un proceso en el que vamos de éxito en éxito hasta la derrota final.

Frente a ese optimismo ingenuo, es importante reivindicar un movimiento positivo centrado en la aceptación de la vida tal y como se manifiesta; un realismo que no cierra las posibilidades de futuro.

En síntesis, es importante tomar las riendas de nuestra vida en estos días y hacer la parte que corresponde a uno para estar lo mejor posible en esta situación. Esta actitud comporta la aceptación de la vulnerabilidad y de las incógnitas que depara el futuro, al tiempo que se aportan ganas, entusiasmo, vigor, decisión, empuje, empeño, deseo y siempre, como eje vertebrador de la existencia, la voluntad.

Autor: Antonio Sánchez González

Psiquiatra- Psicoterapeuta – Perito Judicial Especializado en el trabajo con personas afectadas por acontecimientos traumáticos

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